Tips de psicología para derecho de familia: las teorías del apego
Hola a todos:
Este tema va a ser de utilidad a los abogados de familia, para ayudar a entender las dinámicas conflictuales en los procesos de regulación de visitas, tratándose particularmente de niños muy pequeños.
Sobre la importancia de los lazos emocionales tempranos (teoría del apego), el apego se ha entendido como un vínculo emocional profundo y duradero que conecta a dos personas mutuamente a través del tiempo y del espacio (conexión psicológica duradera entre los seres humanos, según John Bowlby, pionero en estos estudios en la década de 1930). El apego en sí no tiene que ser recíproco (esto implica que una persona puede tener un apego hacia un individuo el cual no le corresponde).
El apego se refiere a aquellas
conductas específicas de los niños, como la proximidad hacia una figura
parental cuando éstos se sienten alterados o amenazados. Por otra parte, el
comportamiento de apego del adulto hacia el niño incluye responder de manera
sensible y apropiada a las necesidades de éste. El comportamiento de apego
parece ser universal en todas las culturas; la teoría del apego explica cómo
emerge la relación padre / madre – hijo y cómo ésta influye en el desarrollo
posterior.
En cuanto al desarrollo de la
teoría del apego, ésta se origina con el trabajo fundamental de John Bowlby,
quien observó que los bebés experimentaban una angustia intensa cuando eran
separados de sus madres. Incluso cuando estos niños eran alimentados por otros
cuidadores, su ansiedad no disminuía. Para Bowlby, el apego se puede entender
dentro de un contexto evolutivo en el cual el cuidador proporciona seguridad y
protección para el bebé, por tanto el apego es adaptativo ya que aumenta las
posibilidades de superviviencia de los bebés, posición ilustrada en el trabajo
posterior de Lorenz (1935) y Harlow (1958).
Se ha entendido que existe una
franja que ocupa desde el nacimiento hasta los seis (6) o siete (7) años,
conocida como impronta, en la cual los niños son como esponjas y absorben todos
los estímulos de su alrededor, principalmente los de su familia nuclear o los
de sus cuidadores.
En cuanto a las etapas del
desarrollo del apego, según Schaffer y Emerson (1964), el apego en los bebés se
desarrolla en la siguiente secuencia: 1) apego asocial (0 a 6 semanas): los
bebés en sus primeras semanas de vida son básicamente asociales, en el sentido
de que diversos tipos de estímulos, tanto sociales como no sociales, producen
una reacción favorable, como una sonrisa; 2) apego indiscriminado (6 semanas a
7 meses): los bebés disfrutan indiscriminadamente de la compañía humana, y la
mayoría de los bebés responden por igual ante cualquier cuidador. Se enojan
cuando un individuo deja de interactuar con ellos. Sin embargo, a partir de los
3 meses, los bebés sonríen con más frecuencia con las caras que les son
familiares y suelen sentirse cómodos con un cuidador habitual; 3) apego
específico (7 a 9 meses): se presenta cuando existe una especial preferencia
por una figura de fijación. El bebé busca personas particulares para su
seguridad, comodidad y protección. Muestra temor ante extraños e incomodidad
cuando se les separa de una persona especial (ansiedad de separación). Algunos
bebés muestran miedo ante los extraños y ansiedad de separación con mucha más
frecuencia e intensidad que otros, sin embargo, se los considera evidencia de
que el bebé se ha apegado. Esto por lo general se desarrollaba a partir del
primer año de edad; 4) apego múltiple (10 meses en adelante): los bebés se tornan
cada vez más independientes, son capaces de crear múltiples apegos. A los 18
meses de edad, la mayoría de los bebés son capaces de sostener apego con más de
una figura cercana.
Los estudios de Schaffer y Emerson
también indicaron que los apegos se formaron con aquellas personas que
respondieron con precisión a las señales del bebé, no necesariamente con
aquella persona con la que pasaron más tiempo (respuesta sensible). En otras
palabras, aquellos bebés con apegos fuertes tenían madres que respondían rápidamenta
a sus demandas e interactuaban con sus hijos. Los bebés que tenían un apego
débil poseían madres que interactuaban poco con ellos.
Muchos de los bebés del estudio
desarrollaron apegos desde los 10 meses de edad, que incluirían a figuras de
apego diferentes a sus madres, tales como padres, abuelos, hermanos e inclusive
vecinos. Sin embargo, la madre fue la principal figura de apego para
aproximadamente la mitad de los niños a los 18 meses y el padre para la mayoría
de los demás. Así las cosas, uno de los factores más importantes en la
formación del apego no se refiere a quien alimenta y cambia al niño. En
consecuencia, para lo que interesa a este proceso, la capacidad de respuesta
parece ser la clave del apego.
Para
finalizar, se han propuesto dos teorías principales sobre el apego, a saber:
1) Aprendizaje
conductista (Dollard y Miller): sugiere que el apego es un conjunto de
conductas aprendidas. La base para el aprendizaje del apego es la provisión de
alimentos. Un bebé inicialmente formará un apego con aquella persona que lo
alimenta. Los bebes aprenden por tanto a asociar al alimentador, generalmente
la madre, con la comodidad de ser nutridos a través del proceso de
condicionamiento clásico, por tanto, llegan a encontrar el contacto con la madre
que los conforta. También encuentran que ciertos comportamientos, por ejemplo,
llorar, sonreír, brindan respuestas deseables de los demás, tales como,
atención, comodidad y, a través del proceso de condicionamiento operante,
aprenden a repetir dichos comportamientos para obtener aquello que desean.
2) Teoría evolutiva del apego
(Bowbly, Harlow y Lorenz): sugiere que los niños
vienen al mundo biológicamente preprogramados para formar vínculos con los
demás, pues esto les ayudará a sobrevivir. El bebé crea conductas innatas de «facilitación social», tales
como el llanto y la sonrisa que estimulan las respuestas innatas de cuidado de
los adultos. El factor determinante del apego no es el alimento, sino el
cuidado y la capacidad de respuesta. Bowlby
sugirió que un niño inicialmente solo formaría un apego primario (monotropía),
además la figura apego actuaba como una base segura que permite al niño
explorar el mundo. La relación de apego actúa como un prototipo para todas las
demás relaciones sociales futuras, por lo que su interrupción puede tener
graves consecuencias. Esta
teoría también sugiere que existe un período crítico para desarrollar el apego,
el cual se ubica alrededor de 0 meses a 5 años de edad. Si el apego no se ha desarrollado durante
este período, entonces el niño sufrirá consecuencias en su desarrollo las
cuales serán irreversibles, tales como inteligencia reducida y aumento de la
agresividad.
3) Teoría de la impronta: Lorenz
(1935) realizó
un curioso experimento, tomó un nido con huevos de ganso y los mantuvo hasta
que estaban a punto de eclosionar. Luego la mitad de los huevos fueron dejados
bajo el cuidado de una madre ganso, mientras que Lorenz mantuvo la otra mitad
para sí mismo durante varias horas. Cuando los gansos nacieron, Lorenz imitó el
sonido de graznido de la madre ganso, por lo cual los jóvenes pájaros lo
consideraron como si fuese su madre y por consecuencia lo siguieron. El otro
grupo siguió igual comportamiento con la madre ganso.
Lorenz descubrió que los gansos siguen el
primer objeto en movimiento que ven, durante un período crítico de 12 – 17
horas después de la eclosión. Este proceso se conoce como impronta, y sugiere
que el apego es innato y está programado genéticamente. La impronta tiene
efectos permanentes, tanto para la supervivencia a corto plazo como para la
formación de modelos internos para las relaciones posteriores. La impronta se
produce sin que sea necesario que produzca ningún tipo de alimentación. Si no
se ha desarrollado ningún apego dentro de las 32 horas, es muy poco probable
que se desarrolle posteriormente.
Para asegurarse de que se hubiera producido
la impronta, Lorenz puso todos los pichones juntos debajo una caja volteada y
les permitió mezclarse. Cuando se quitó la caja, los dos grupos se separaron
para ir con sus respectivas «madres»: una mitad con la mama ganso y la otra con
Lorenz. La impronta no parece darse inmediatamente después de la eclosión, más
bien parece existir un período crítico durante el cual puede ocurrir.
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