Reflexión personal: Importancia de la Organización Sindical para la Democracia
La libertad
sindical (el derecho fundamental de los trabajadores y empleadores a constituir
libremente las organizaciones para la defensa de sus derechos e intereses) es
un derecho humano, consagrado en la Constitución de la OIT, la Declaración de
Filadelfia, la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos
fundamentales en el trabajo, así como en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. El derecho (y libertad) de asociación, en conjunto con el derecho (y
también, se resalta, libertad) de sindicalización y el derecho a la negociación
colectiva; son todos derecho fundamentales para la existencia de una sociedad
libre, abierta y democrática, pues contribuye a la existencia de interlocutores
bien definidos para la negociación colectiva y el diálogo social incluyente y
eficaz, así como para la transformación democrática de sus países
A través del
presente texto argumentativo, se reflexionará sobre la importancia de la
Organización Sindical para la Democracia, postulando como tesis que, desde la
Revolución Industrial, el Sindicalismo ha sido un movimiento históricamente fundamental
para la sociedad moderna, de resistencia y lucha para los trabajadores, con
miras a obtener mejores condiciones laborales y sociales, frente a los empresarios
y propietarios de los medios de producción, logrando el reconocimiento de dichos
derechos humanos tan trascendentales para la población. Reconociendo las
dificultades que ha venido experimentando, tanto a nivel mundial como en el
caso particular Colombiano, por diversas razones. Y señalando que dichas
organizaciones deben ser defendidas y revitalizadas, con el fin de impulsar la
democracia, a través del contrapeso que este movimiento hace naturalmente
frente a los empresarios y empleadores.
Los Sindicatos (cuyos
orígenes inmediatos se ubican en las asociaciones de sastres y tejedores de
Inglaterra y las protestas obreras consecuentes a la Revolución Industrial, con
antecedentes remotos en las Corporaciones Artesanas Medievales, organizaciones
que unían entre sí a personas asociadas con base en el trabajo que realizaban),
han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del
trabajo para la defensa de sus intereses existenciales y la tutela (obtención,
mejoramiento y consolidación) de sus derechos comunes; convirtiéndose en
elemento indispensable de la vida social, especialmente en las modernas
sociedades industrializadas
De surgimiento históricamente
espontáneo, casi instintivo, del proletariado (con rechazo igualmente espontáneo
e instintivo del empresariado), tendencia clasista (con el reconocimiento,
diferenciación y contraposición de intereses entre dos sectores sociales
claramente determinados: empleadores y empleados), diversificación por oficios
(connatural a la tendencia lógica a asociarse, de los trabajadores y de los
practicantes de ciertas actividades o profesiones liberales), pluralismo
ideológico (en todo caso, orientado hacia la transformación social), y factor
minoritario frente a la gran masa poblacional económicamente activa, el
sindicalismo desempeña una importante función en la sociedad moderna, como
factor económico de la colectividad productora y grupo de presión para
propender por la consecución de sus objetivos de reivindicación, con un marcado
sentido igualitarista, monopolista, federativista y de exigencia permanente en
cuanto a la defensa y representación de los intereses profesionales y la
calidad de sus miembros, con miras a hacer realidad su aspiración de tener un trabajo
decente
El primer Sindicato
(Sociedad de Artesanos de Bogotá) apareció en Colombia como sociedad mutualista
en 1847, para resurgir el movimiento después de la Primera Guerra Mundial,
enfrentando una férrea oposición con desenlaces tan graves como la Masacre de
las Bananeras (1928). En 1935, se fundó la primera Central Obrera (Confederación
Sindical de Trabajadores – CST, que en 1938 se convertiría en la Confederación
de Trabajadores de Colombia – CTC). La primera norma que consagró derechos colectivos
a los trabajadores fue expedida en 1931 (Ley 83)
El Sindicalismo
Colombiano ha enfrentado muchos obstáculos, incluyendo despidos sistemáticos,
exceso de legislación e indebida intervención Estatal, fragmentación regional del
movimiento obrero (dificultando la cohesión sindical a nivel nacional), así como
la intromisión de la política en los mismos sindicatos (afectando la democracia
y representatividad sindical)
Lo más grave,
ha sido la violencia sistemática contra el movimiento: entre 1971 y 2023 fueron
asesinados 3300 sindicalistas en el país (63% de los sindicalistas asesinados
en el mundo); 449 sufrieron atentados contra su vida; 254 fueron víctimas de
desaparición forzada; 7884 amenazados de muerte y 1987 fueron desplazados
Como resultado
de tan grande violencia antisindical (considerando que, paradójicamente, el
movimiento sindical es anterior al fenómeno del conflicto armado), sostenida,
masiva y sistemática
Considerando la
flexibilización y burocratización del empleo, la proliferación de contratos de
prestación de servicios y pactos colectivos (acuerdos entre empleadores y
trabajadores no afiliados a sindicatos), y el acentuamiento de la violencia
contra sindicalistas y otros líderes sociales, todo ello como consecuencia de
la apertura económica y el fortalecimiento de grupos armados gracias al
narcotráfico durante los años 1990 y 2000, con un pico de violencia durante los
años 1998 a 2002, y especialmente, el año 1996
Más allá de la
situación particular que se vive en Colombia, el movimiento sindical ha
planteado desde sus orígenes la lucha por la justicia y contra la desigualdad
social, en defensa y promoción de los derechos e intereses de los asalariados,
y buscando reducir la asimetría profunda que caracteriza la relación individual
empleador – trabajador.
Lo cierto es
que históricamente su intervención ha sido positiva, convirtiendo en derechos
lo que antes eran reivindicaciones obreras utópicas (libertad de asociación,
negociación y huelga; jornada laboral máxima de 8 horas, vacaciones y demás prestaciones
sociales, seguridad social universal). También, han contribuido a reducir la
desigualdad social, motivando una redistribución más equitativa de los
ingresos, vía negociación de salarios (tanto sectoriales como salario mínimo) y
políticas fiscales y de bienestar (educación, seguridad social, etc.)
De concebirse inicialmente
a los Sindicatos como agencia de colocación de empleo (obligando al empresario
a contratar exclusivamente a los trabajadores sindicalizados, logrando la
afiliación sindical masiva, pero no la universalización de los intereses laborales
representados en el Sindicato), se pasó a mejorar los salarios y condiciones de
trabajo, mediante la acción concertada de los trabajadores (entendidos como
categoría social dotada de un interés y reivindicación propias amparadas por la
ley, a concretarse en su participación con miras a la concertación social).
El Sindicalismo
no trata de un simple mecanismo de negociación de oferta y demanda de trabajo (bajo
la cual, el empresario compra el trabajo lo más barato posible y el obrero vende
su trabajo lo más caro posible, negociándose los salarios, jornada y demás
cláusulas del contrato laboral), se debe entender como una organización
solidaria (cuyo objetivo es la unidad de los trabajadores en torno a una
conciencia de clase), como un catalizador del descontento social de los
trabajadores (que evita la politización revolucionaria de dicho descontento) y
como contrapoder, con respecto a los niveles de salarios y de inflación. Todo
ello alrededor de la búsqueda del pleno empleo y, ante todo, del salario
decente
Lamentablemente,
dicha influencia se ve cada vez más reducida como resultado de la globalización
(que impulsa fenómenos de concentración empresarial, desde acuerdos
estratégicos de cooperación hasta fusiones y adquisiciones), el desempleo y
subempleo, la segmentación del mercado laboral, la crisis del modelo industrial
taylorista – fordista de producción (pasando de una prevalencia del empleo
manufacturero a los de servicios), la externalización de los empleos
sindicalizados (como consecuencia de la descentralización productiva,
incluyendo la externalización o tercerización), la informalización de la economía,
la automatización, la desregulación salarial (flexibilización del empleo,
incluyendo trabajos de corta duración) y otros factores; mermando la afiliación
sindical y su capacidad consecuente para organizar y prestar servicios a los
trabajadores, más aún, durante la pandemia del COVID 19
En el contexto
actual, la OIT plantea cuatro posibles escenarios para los Sindicatos: (a)
marginalización gradual (como resultado de la combinación del envejecimiento de
los Sindicatos actuales y las tasas de sindicación descendentes); (b)
dualización (sobreviviendo los Sindicatos, prestando servicios a trabajadores
más próximos a sus afiliados y de sectores en los que son fuertes); (c)
sustitución (enfrentando la competencia de otros actores, mediante formas
alternativas de participación de los trabajadores); (d) revitalización
(buscando coaliciones y tácticas innovadores, para organizar y defender a todos
los trabajadores, así como de reforzar un diálogo social, incluyente y eficaz)
Lo último se
puede lograr atendiendo las necesidades de los trabajadores emergentes o
usualmente infrarrepresentados (informales, jóvenes, economía de plataformas
digitales), participando en un diálogo social, no solo para mejorar el trabajo
decente, sino en cuestiones socioeconómicas y de desarrollo sostenible más
generales que afectan a los trabajadores, incluyendo el acceso al empleo
También es clave impulsar sistemas
participativos de relaciones laborales para contrarrestar los impactos
derivados de los procesos de globalización e internacionalización sobre la
institucionalidad laboral (externalización, subcontratación, fusiones,
flexibilización de jornadas y salarios, inestabilidad en el empleo, contratos
irregulares, rechazo a los Sindicatos, prácticas antisindicales, etc.) e impulsar
una renovación de los procesos de negociación colectiva
En conclusión:
Se
ha afirmado que el movimiento sindical, después de haber surgido como un
fenómeno social y político de muy importantes implicaciones, se encuentra en un
punto de inflexión marcado por un franco debilitamiento. Al sindicalismo se le
critica velar exclusivamente por los intereses de aquellos con trabajo, y
olvidarse radicalmente de aquellos sin trabajo, siendo la disminución del
desempleo, una meta común del nuevo Sindicalismo, en conjunto con el Estado y
los empresarios
Lo cierto es el Sindicalismo es un contrapeso necesario para dinamizar la Democracia, no solo por legitimar la organización de quienes solo cuentan con su fuerza de trabajo (y ahora, en la Nueva Economía del Conocimiento, con su propio talento), sino porque por el hecho de existir, obligan al empresariado a surgir recíprocamente frente al Estado y la sociedad como otro interlocutor.
La democracia Colombiana requiere fortalecer el Sindicalismo, que como resultado de la globalización y la desregulación de las fuerzas del mercado (incluyendo la creciente deslaboralización) se ha vuelto débil (hasta exiguo) como movimiento, y como expresión.
Si
bien existen razones particulares que explican en nuestro país su
marchitamiento (el largo conflicto armado exacerbado por el narcotráfico que ha
visto al Sindicalismo como un enemigo natural, aunado al uso sistemático de la
violencia estatal y paraestatal para reprimir el movimiento); también hay que
reconocer que el Sindicalismo tradicional se está viendo superado por la
transformación del mundo del trabajo derivada de la Cuarta Revolución Industrial
(la Industria 4.0, marcada por la automatización total de la manufactura), en
la cual una élite tecnocrática desplazará a quienes no sean capaces de innovar
y adaptarse, inevitablemente, a una gran masa de trabajadores
Ello implica transformar a las mismas organizaciones Sindicales, superando viejos discursos ideológicos y políticos, para entrar más en sintonía con las nuevas audiencias que constituyen la base de trabajadores (formales e informales, asalariados y autónomos), a fin de organizarse y negociar en forma colectiva, pero sobre la base de buscar un diálogo social verdaderamente incluyente, que no solamente aborde como tema la defensa y mejora de los derechos laborales de los trabajadores sindicalizados, sino el acceso de quienes no tienen trabajo (y por ende, no están interesados en participar en la dinámica sindical) a mayores y mejores condiciones de empleo, así como a otras discusiones de interés general para la sociedad (sin perder su protagonismo natural en la Agenda de Trabajo Decente y el ODS 8 de Desarrollo Sostenible).
Hasta una nueva oportunidad,
Camilo García Sarmiento
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