El Príncipe (de Nicolás Maquiavelo)
Hola a todos:
Mil saludos a todos,
Camilo García Sarmiento
Si bien éste no es un tema "jurídico" en sentido estricto, tanto por cultura general como por su estrecha relación con la ética y la moral, me permito compartir con Ustedes este resumen sobre una figura clásica que ha sido bastante malentendida en mi concepto.
Hablamos de Nicolás Maquiavelo, conocido muy especialmente por su obra cumbre, El Príncipe.
1.
El autor
Niccolò di Bernardo dei
Machiavelli (1469 – junio 21, 1527) nació en la República de Florencia el mismo
año en que Lorenzo de Medici, “El
Magnífico” asumió en poder, llevando a la cultura florentina a su mayor
esplendor. Junto a Leonardo da Vinci, Maquiavelo es considerado como uno de los
modelos del “hombre del renacimiento”.
Su vida se da en forma paralela a la historia de Florencia y su época de grandeza
como la máxima potencia italiana, según se aprecia en el siguiente cuadro
comparativo:
Vida Maquiavelo
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Historia de Florencia
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Juventud de
Maquiavelo (1469 – 1498)
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Mayo 3 de 1469: nace en Sant'Andrea in Percussina, pequeña villa de la comarca de Sal
Casiano in Val di Pesa, a 15 Km de Florencia.
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Tercer hijo de un abogado, nace en el seno de una
antigua familia florentina, de moderada riqueza.
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Recibió una educación privilegiada, estudiando en
la Universidad de Florencia, de orientación humanista (el hombre: centro del
mundo).
·
Conocedor de los clásicos latinos, la historia
antigua y moderna, apasionado por las ciencias naturales, orientado hacia las
artes liberales y la administración pública.
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Rechaza el idealismo neoplatónico y el idealismo
místico de Girolamo Savonarola, inclinándose por el naturalismo renacentista.
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·
Italia no es una nación unida: escenario de
inestabilidad política, está dividida en diversas repúblicas y ducados, ciudades
– Estado, donde el poder queda en manos de pocas familias, rivales entre sí.
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1434: la familia Medici asume el poder en Florencia;
la ciudad es la “Atenas de la época”,
y vive su “edad de oro”, siendo el
centro de las artes y ciencias de la Europa del Renacimiento.
·
1458: Cosme de Medici reemplaza el antiguo
Consejo, de más de 1000 miembros, por unos más pequeños, seleccionados por
él.
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1469: a la edad de veinte años, al morir su padre Piero,
Lorenzo de Medici, “Il Magnifico”,
asume el poder del Estado florentino.
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Mecenas de la filosofía y las artes: Picco della
Mirandella, Sandro Boticelli, Leonardo da Vinci, Michelangelo Buonarroti.
·
Gobierna indirectamente, a través de alianzas,
sobornos y matrimonios por conveniencia.
·
Si bien Florencia crece bajo su influencia,
gobierna como un déspota y el pueblo no tiene mayores libertades políticas.
·
1478: Lorenzo de Medici sufre un atentado y es
asesinado su hermano (conspiración de los Pazzi). Ejecuta al Arzobispo de
Pisa (su patrón era el Papa Sixto IV) y a casi todos los demás conspiradores.
·
Florencia es puesta bajo interdicto por el Papa
Sixto IV, quien apoyaba a los Pazzi y forma una alianza con Nápoles contra
los Medici.
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1480: logra un acuerdo de paz, después de declarar
la guerra a Fernando I de Nápoles. Crea un Consejo de 70 miembros.
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Mantiene un delicado estado de paz y balance de
poder con los demás Estados de Italia.
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Agosto 26 – 29, 1484: muere Sixto IV. Nuevo Papa:
Inocencio VIII.
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1491: el fraile dominico Girolamo Savonarola, con
su movimiento fundamentalista, empieza a tener influencia en Florencia,
explotando el descontento de las masas y su temor del futuro.
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Abril 9, 1492: muere Lorenzo de Medici, asume el
poder su hijo Piero di Lorenzo.
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Agosto 11, 1492: es elegido como nuevo Papa,
Alejandro VI (Rodrigo de Borgia).
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Noviembre, 1494: Carlos VIII de Francia invade
Florencia; Piero y los Medici son expulsados de la ciudad. Los ciudadanos
restablecen la República y el antiguo gran Consejo de 1000 miembros.
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Savonarola, predicador carismático, opositor de
los Borgia, gobierna de hecho en la ciudad (pese a no ocupar un cargo formal),
defiende la regeneración social, mediante el ascetismo y fanatismo religioso.
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1497: se produce la “hoguera de las vanidades”, promovida por Savonarola, perdiéndose
muchas obras maestras del arte florentino.
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Servicio
público y diplomático, carrera política (1498 – 1512)
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Junio 1498: Un mes después de la ejecución de
Savonarola, Maquiavelo es nombrado Secretario (Vicecanciller) de la Segunda
Cancillería, por el Gran Concejo de Florencia.
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Julio – noviembre 1498: es elegido “Secretario de
los Diez de la Libertad”, el comité que dirigía la política exterior y
militar de Florencia, y enviado a su primera misión diplomática.
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1498 – 1512: poseedor de una gran ambición y vasta
cultura (era un lector insaciable) ejerce una intensa actividad política y se
le encomiendan varias misiones diplomáticas, en las cuales conoce a líderes
como Catalina Sforza, Luis XII, el Papa Alejandro VI, César Borgia,
Maximiliano I y Fernando II de Aragón.
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1501: se casa con Marietta Orsini. Tendrán un
matrimonio muy estable y seis hijos.
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1502 – 1503: Fue secretario personal de César
Borgia, duque de Romaña y capitán de los ejércitos papales de Alejandro VI en
esta región, limítrofe de Florencia, quien se volverá después en su principal
inspirador. Se hace amigo de Leonardo da Vinci.
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1503 – 1506: se hace cargo de la milicia de
Florencia, reclutándola y defendiendo a Florencia de la ciudad de Pisa
(1509).
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Escribe poemas, y obras sobre temas históricos,
económicos y políticos.
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Mayo 4, 1497: el pueblo se rebela contra
Savonarola, por la profunda crisis y decadencia económica en que ha caído
Florencia.
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Alejandro VI excomulga a Savonarola.
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Abril 8 – mayo 23, 1498: Por exigencia del Papa, Savonarola
es destituido, juagado y condenado a morir en la hoguera por hereje.
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1500: Florencia emprende una campaña para recuperar
la ciudad de Pisa, empleando tropas mercenarias, fracasando por completo.
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1502: Pietro Soderini es elegido Gonfaloniere di Giuztizia, vitalicio,
de Florencia, e instaura una milicia propia en la ciudad, en vez de ejércitos
de mercenarios.
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1505: Segunda campaña de Florencia para recuperar
Pisa. Recurren nuevamente a mercenarios extranjeros. Fracasó.
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1508: Liga de Cambrai, o “Liga Santa”, formada por el Papa Julio II, Luis XII de Francia,
Maximiliano I de Austria y Fernando II de Aragón, contra la República de
Venecia.
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Después de la batalla de Agnadello, Florencia
queda desprotegida, a merced del Papa.
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Agosto – noviembre 1512: impuestos por el Papa (1º
septiembre), los Medici retornan al poder.
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Soderini huye de la ciudad, rumbo al exilio. Los
Medici continuarán en el poder hasta 1737.
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Exilio y
últimos años (1512 – 1527)
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Noviembre 12, 1512: Maquiavelo, quien aspiraba a
conservar su puesto con los nuevos amos de Florencia, es destituido de todos
sus cargos por decreto, y sentenciado además, a confinamiento dentro del
territorio florentino.
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Febrero, 1513: es acusado de conspirar contra los
Medici, sufre torturas (strappado)
y prisión.
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Marzo – abril, 1513: amnistiado tras la elección
del Papa León X, se retira a su hogar familiar en Sant'Andrea in Percussina, donde pasa penurias económicas y se
dedica a escribir sus grandes obras (1813 – 1525).
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Julio 1513: escribe El Príncipe (Il Principe). Inédito hasta su muerte. Se lo dedica
a Lorenzo II, duque de Urbino, sobrino de Lorenzo El Magnífico de Medici, esperando
– ingenuamente, dada su carrera republicana – recuperar su cargo de
Secretario y el favor de los Medici.
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1516: copias inéditas de El Príncipe empiezan a circular por toda Florencia.
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1512 – 1517: escribe los Discursos sobre la primera década de Tito Livio (3 volúmenes).
Inédito hasta su muerte.
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1518: escribe La
Mandrágora (considerada como la primera comedia moderna italiana).
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1519 – 1520: escribe los Discursos sobre el arte de la guerra (publicado en 1521).
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1520 – 1525: escribe la Historia de Florencia (8 volúmenes), por encargo de Clemente VII.
Inédito hasta la muerte de Maquiavelo.
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1523: El florentino Agostino Nifo publica De
dude regnandi, obra que muchos
consideran un plagio de El Príncipe.
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Junio 21, 1527: muere en su hogar, decepcionado y
en la ruina. Enterrado en la Basílica de Santa Croce en Florencia, reza su
epitafio: Tanto nomini nullum par
elogium (“ninguna eulogía sería suficiente para alabar a tan grande nombre”).
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1531 – 1532:
publicación póstuma de El Príncipe,
los Discursos sobre la primera
década de Tito Livio y la Historia
de Florencia.
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1513: es elegido como nuevo Papa León X. Florencia
se convierte en un protectorado papal
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1522: nuevo Papa, Adriano VI.
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1523: el cardenal Giulio de Medici es elegido Papa
Clemente VII.
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Mayo 1527: la ciudad de Roma es saqueada por
tropas españolas y alemanas bajo el mando del duque de Borbón, durante la
Guerra de la Liga de Cognac. Los Medici son expulsados de Florencia. La
ciudad adopta una nueva constitución.
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2.
La obra
Il Principe se puede enmarcar como un ensayo
político, dentro del género de los “espejos
de Príncipes” (specula principum), textos sobre “cómo gobernar”, dando consejos de comportamiento a estadistas y
dirigentes. Siguió el pensamiento
naturalista de Aristóteles (“para
comprender el significado concreto de las cosas hay que, previamente, conocer
todos y cada uno de los elementos fundamentales que la componen”).
Estableciendo en una forma muy estructurada, y con total neutralidad, un
pensamiento político basado en “presentar
las cosas como son en la realidad y no como las cree el vulgo” (Cap. XV).
Con sus consejos, Maquiavelo rompió
totalmente el esquema ensayístico de su época. Destaca por su sencillez y la
forma directa, sobria y estructurada de exponer sus ideas. Expresa una opinión
y lo hace de manera esquemática: plantea la idea, añade ejemplos históricos (al
menos uno de su tiempo, y otro de la antigüedad clásica, modelo de la época;
comparando por ej., a Oliverotto de Fermo con Agátocles el siciliano, Capítulo
VIII; “De los que llegaron a príncipes
por medio de maldades”), finalizando con una síntesis que enfatiza sus
razones, con el peso de la historia que él necesita para su argumentación.
Exhibe un agudo sarcasmo, y una tendencia por las citas o sentencias, que
emplea para clarificar conceptos y reiterar argumentos. Ejemplos: “Los
hombres atacan por miedo o por odio” (Cap. VII); “Quien
deja lo que se hace por lo que debería hacerse no hace más que aprender la
ruina en vez de la salvación propia.” (Cap. XV)
Casi toda la obra fue escrita en la segunda
mitad de 1513, excepto la dedicatoria y el último capítulo. La primera edición
e impresión data de 1532. Se compone de una dedicatoria y 26 capítulos de
distinta extensión, cuya sinopsis es la siguiente:
Parte de la obra
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Sinopsis
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Personajes
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Dedicatoria
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Capítulo I: De las varias clases de Principados y del modo de
adquirirlos.
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Tres clases de Principados: a) Hereditarios (los que
han sido adquiridos y sostenidos bajo una dinastía familiar). b) Nuevos (los
súbditos están habituado a convivir con su Príncipe). c) Nuevos anexionados
al hereditario (también denominados Mixtos; tomados con armas propias o
ajenas, sea por valor o por ingenio; viviendo bajo un Príncipe o en libertad).
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Francisco Sforza
Fernando II de Aragón
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Capítulo II: De los Principados Hereditarios.
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Más sencillos de gobernar
que los nuevos; el Príncipe natural solo debe mantener la organización
constituida por sus antecesores; aunque el Príncipe sea poco hábil, su pueblo
lo amará y no tendrá que ofender para mantener su Principado.
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Luis XII de
Francia
Papa Alejandro
VI
Duques de
Ferrara
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Capítulo III: De los Principados Mixtos.
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Plantean diversas dificultades: quienes cambian de
señor, armándose contra su antiguo gobernante con la expectativa de mejorar
con el cambio, casi siempre se convencen con la experiencia que su situación
ha empeorado; pues el Príncipe nuevo ofende a sus nuevos súbditos, con la
permanencia de tropas, o con las molestias propias de la conquista. Así, el
Príncipe nuevo tendrá por enemigos a todos los ofendidos y no puede conservar
como amigos a quienes le colaboraron para adquirir dicho Principado, pues no
puede satisfacerlos totalmente ni reprimirlos rigurosamente, ya que, por más
tropas que tenga, el Príncipe necesitará siempre de la voluntad de sus
habitantes para gobernar el territorio. Reconquistados los Principados que se
rebelan, es más difícil perderlos; ya que el Príncipe puede recuperar su
poder con menos reparo en cuanto a los medios para lograrlo. Es más fácil
conservar aquellos Principados que se unen a otro más antiguo del Príncipe
conquistador, o sean del mismo país o lengua, sobre todo si están
acostumbrados a ser libres. Para poseerlos con seguridad basta haber
extinguido el linaje del Príncipe antiguo, sin alterar las costumbres, leyes
o tributos, ni imponiendo condiciones nuevas, viviendo así los nuevos
súbditos sosegadamente. Surgen más dificultades al adquirir Principados en
comarcas distintas en usos, costumbres, leyes, lengua y régimen,
requiriéndose gran ingenio y fortuna para conservarlos. Entre las formas más
eficaces de conseguirlo, están: a) Que el Príncipe conquistador vaya a
residir allí, lo cual asegura, entre otras cosas, evitar la explotación
impune de los funcionarios, pues los reclamos se hacen directamente ante el
Príncipe. b) Enviar colonias, poco gravosas y casi indiferentes al interés
general, que mantener ejércitos, con los cuales gastará infinitamente más y
consumirá las rentas del propio país. Quien adquiere un Principado de tales
condiciones, debe volverse el defensor de los Príncipes más débiles y buscar
la forma de debilitar a los más fuertes, evitando la presencia en su
territorio de Príncipes extranjeros tan fuertes como él, pues los Príncipes
débiles se concentrarían alrededor del extranjero, dada la envidia natural
que tienen hacia el Príncipe regente. El Príncipe prudente, resuelve los
males presentes y precave los que están por venir.
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Luis XII
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Capítulo IV: Por qué, ocupado el reino de Darío por Alejandro, no se
rebeló contra sus sucesores después de su muerte.
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Todos los Principados han sido gobernados en dos modos diferentes:
a) Por un Príncipe absoluto, ante el cual son esclavos todos los demás
hombres; entre los cuales escoge sus ministros para que le ayuden a gobernar
el reino. En estos Principados, el Príncipe tiene mucha más autoridad. b) Por
un Príncipe rodeado de personas que no gobiernan por favor particular del
primero, sino en virtud de un derecho inherente a la antigüedad de su linaje,
teniendo a su vez vasallos y señorío propio. En estos reinos, la estabilidad solo
se logra anulando las familias de los antiguos señores, para que los súbditos
no reconozcan otro dominio sino el del Príncipe.
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Dario de
Persia
Alejandro
Magno
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Capítulo V: De qué manera deben gobernarse los Estados que, antes de
ocupados por un nuevo Príncipe, se regían por leyes propias.
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Existen tres maneras de gobernarlos dichos
Principados: a) Arruinar a estos Estados. b) Fijar el Príncipe conquistador
su residencia en ellos. c) Exigirles un tributo y constituir un gobierno,
compuesto por un pequeño grupo de personas que mantenga en paz el país. El
Príncipe que se apodere de una ciudad o provincia acostumbrada a gozar de su
libertad y no la destruya, debe temer ser destruido por ella. En aquellas
acostumbradas a vivir sujeta a un Príncipe cuya dinastía se haya extinguido,
no son capaces de avenirse para elegir otro nuevo ni proclamarse libres.
Mientras que en las republicanas, hay más valor; se hace más fuerte el
aborrecimiento y más vivo el deseo de venganza, ante lo cual el modo más
seguro es, o arruinarlas, o fijar en ellas su residencia.
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Capítulo VI: De los Principados que se adquieren por el valor
personal y con las armas propias.
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Quienes llegan a ser Príncipes por medios semejantes a los de los
grandes héroes de la antigüedad, adquieren la soberanía superando graves
obstáculos, pero la conservan sin mayor esfuerzo. Las dificultades que
enfrentan nacen de las modificaciones que necesitan introducir, especialmente
cuando se trata de nuevas leyes, pues se tendrá como enemigos a quienes se
sentían satisfechos con las leyes antiguas, y no puede contar sino con
aquella minoría a quienes estas nuevas leyes resultan más ventajosas, quienes
son débiles frente a la mayoría. Por eso, todos los profetas armados,
mientras que fracasaron los desarmados, lo cual se explica además, por la
volubilidad de los pueblos, prestos a decidirse por una opinión nueva e
inconstantes para sustentarlas. Por ello, se hace necesario tomar medidas
para obligarles a aceptar aquello mismo que aceptaron en su momento, pero
empiezan a no querer.
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Moisés
Ciro de Persia
Rómulo
Teseo
Hierón de Siracusa
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Capítulo VII: De los Principados nuevos que se adquieren por la
fortuna y con las armas ajenas.
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Estos Príncipes no tienen más fundamento que la voluntad y fortuna
de quienes los pusieron en el poder, bases mutables e inseguras, pues ni
ellos saben ni pueden mantenerse en semejante dignidad. No saben, porque
quien ha vivido como particular, por lo general ignora el arte de mandar
(salvo que tenga un talento o espíritu excepcional), y carece de tropas con
cuyo afecto y fidelidad puedan contar.
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Darío de
Persia
Francisco
Sforza
César Borgia
Ramiro d’Orco
Papa Julio II
Papa Alejandro
VI
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Capítulo VIII: De los que llegaron a Príncipes por medio de
maldades.
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Si bien no es virtud cometer crímenes para ser Príncipes, puede
llamarse bueno a lo que es malo en sí mismo, cuando la crueldad se usa por
una sola vez por la necesidad de afianzar el poder y luego no se repite,
procurando que lo hecho se convierta en beneficio del pueblo. Los daños deben
hacerse todos de una vez, pues cuando menos se repitan, menos ofenden; y los
beneficios conviene ejecutarlos poco a poco, para que se saboreen mejor.
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Agátocles de
Siracusa
Fermo
Oliverotto
César Borgia
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Capítulo IX: Del Principado civil.
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Es aquel adquirido mediante el fervor y la asistencia de sus
conciudadanos, lo cual supone mucha habilidad y aprovechar una ocasión
favorable. Este tipo de Principado lo fundan el pueblo o los nobles según la
fortuna, en este último caso, tomando como caudillo a uno de la primera clase
para subyugar a su pueblo. Es más fácil contentar al pueblo que a los nobles
(éstos quieren ejercer la tiranía y son especialmente traicioneros, mientras
aquellos se contentan con evitarla). El Príncipe se verá pronto abandonado
por un pueblo que no le tenga afecto, como por los nobles contra cuyo gusto
gobierne. Debe recordar que tiene que vivir con su mismo pueblo, pero no con
sus mismos nobles, a quienes puede elevar o abatir. El Príncipe prudente debe
conducirse de tal modo que siempre estén sus súbditos persuadidos de que le
necesitan y no pueden vivir sin él. Así le serán fieles.
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Nabis de
Esparta
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Capítulo X: Cómo deben medirse las fuerzas de los Principados.
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Solamente pueden sostenerse por sí mismos, los Principados que
tengan la cantidad suficiente de hombres y dinero para presentar en campaña
un ejército contra quien los acometa. Por eso, el Príncipe debe mantener bien
abastecidas y fortificadas las ciudades de su residencia, y no tendrá nada
que temer si se ha conducido bien con otros gobiernos y con su pueblo. El
agresor no se podrá mantener con su ejército un largo tiempo fuera de su
Principado, delante de una plaza que está bien defendida. Los hombres no
gustan embarcarse en empresas difíciles sin alguna probabilidad de éxito.
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Capítulo XI: De los Principados eclesiásticos.
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No se adquieren con tanta facilidad como se conservan. Solo se
obtienen por el mérito o la fortuna. Al fundarse en antiguas instituciones
religiosas, los Príncipes eclesiásticos se sostienen sin mayor esfuerzo,
siendo los únicos que poseen Estados sin defenderlos y tienen súbditos sin
gobernarlos. Son los únicos Principados cuyas tierras se respetan y cuyos
vasallos no tienen medios ni voluntad para sustraerse de su dominio, en los
cuales el Príncipe encuentra ventura y seguridad, porque se gobiernan por
medios superiores a la razón.
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Papa Julio II
Papa Alejandro
VI
Papa León X
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Capítulo XII: De las diferentes clases de milicia y de los soldados
mercenarios.
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Tres tipos: a) Nacionales. b) Mercenarias, empleadas por los Príncipes
eclesiásticos. Son inútiles y peligrosas, porque tienen poca unión entre sí,
son ambiciosas, cobardes frente al enemigo y no guardan disciplina ni
fidelidad. El Príncipe debe evitar tales tropas, pues por servir en interés
de un salario que nunca equivale al riesgo de perder la vida, solo sirven con
gusto en tiempo de paz. c) Mixtas.
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Carlos VIII
Alberigo de La
Emisión
Braccio da
Montone
Francisco
Sforza
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Capítulo XIII: De los soldados auxiliares, mixtos y mercenarios.
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Las tropas auxiliares son las que recibe un Príncipe, prestadas de
sus aliados para su socorro o defensa. Son tan inútiles como las mercenarias,
útiles a quien las envía, pero funestas al Príncipe que se sirve de ella,
pues si es vencida, es este quien sufre la pérdida, o es vencedora, queda el
Príncipe a su discreción. Pues solamente se sujetan a la obediencia de un
extranjero.
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Papa Julio II
Fernando I de
Aragón
César Borgia
Hierón de
Siracusa
David
Luis XI de
Francia
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Capítulo XIV: De las obligaciones del Príncipe en lo concerniente al
arte de la guerra.
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El arte de la guerra es el principal objeto de estudio de los
Príncipes en tiempos de paz, por ser la ciencia de quienes gobiernan. Nada
contribuye más a perder un Príncipe su autoridad, que no ser capaz de ponerse
al frente de sus tropas, por lo cual debe cuidarse siempre de no perder el
aprecio de sus súbditos. No puede compararse entre los hombres armados y los
desarmados, pues los primeros mandan y los segundos obedecen.
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Francisco
Sforza
Aquiles
Alejandro
Magno
Escipión
Ciro de Persia
Filipo de
Macedonia
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Capítulo XV: De las cosas por las que los hombres, y especialmente
los Príncipes, son alabados o censurados.
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El propósito de Maquiavelo es presentar las cosas como son en la
realidad, y no como las cree el vulgo, pues es distinto saber cómo viven los
hombres que saber cómo deberían vivir. El hombre que quiere conducirse con
honestidad será la víctima de quienes obran con maldad. Así, el Príncipe que
triunfa ha de saber ser malo, y usar ese conocimiento si lo necesita para
defender sus intereses. Debe evitar aquellos vicios cuya infamia le puede
acarrear perder su mando, y aquellos que sin ofrecer tanto peligro, puedan
dominarle. Pero no debe hacer caso a las censuras hechas por los crímenes que
le ayuden a vigorizar su poder. Siempre habrá virtudes que si las aplica
conducirán a su ruina, y vicios que en la práctica le producirán provecho.
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||
Capítulo XVI: De la liberalidad y de la miseria.
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Siempre es mejor para el Príncipe ser poco generoso (y contentar a
unos pocos, siendo tenido por avaro) que serlo demasiado, de tal manera que
después no sea temido ni respetado, pues no reparará en gastos, y para
mantener su reputación suele verse obligado a gastar los recursos del Estado
e imponer impuestos a sus vasallos, con lo cual terminará siendo aborrecido.
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Ciro de Persia
Julio César
Papa Julio II
Luis XII de
Francia
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Capítulo XVII: De la clemencia y de la severidad, y si vale más ser
amado que temido.
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Un Príncipe debe ser clemente pero a tiempo y con medida. La
crueldad es necesaria cuando se trata de mantener al pueblo dentro de los
límites de la obediencia. Se muestra entonces más humano haciendo un número
corto de castigos, y la pena impuesta sobre los delincuentes solo recae sobre
algunos súbditos, evitando el desorden y el caos general del Principado. En
lo posible se debe ser amado y temido, pero es preferible ser temido, si no
se puede ser amado, pues no es igual hacer sentir en igual grado a todos.
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||
Capítulo XVIII: De qué modo deben guardar los Príncipes la fe
prometida.
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Hay dos formas de proceder, que debe saber emplear el Príncipe: a)
Por las leyes, manera de actuar propia de los hombres. b) Por la fuerza,
forma propia de las bestias. Sin embargo, cuando las leyes no alcanzan, es
necesario recurrir a la fuerza. De las cualidades de los animales, el
Príncipe debe tomar las que distinguen al león y al zorro, y valerse de
ambas: fuerte como el león y astuto como el zorro. El Príncipe prudente no
debe supeditarse al cumplimiento de sus promesas, pues los hombres son malos
por naturaleza y siempre están dispuestos a incumplir su palabra. Siempre
sale mejor librado quien se presenta astuto como el zorro, representar bien
el papel y saber disimular y fingir, pues para quien engaña, siempre habrá
quien se deje engañar.
|
||
Capítulo XIX: El Príncipe debe evitar ser aborrecido y despreciado.
|
El Príncipe debe huir de la rapacidad, de cometer atropellos contra
sus súbditos y sus bienes, pues este tipo de ofensas no se perdonan. Al
contrario, en sus actos deben resplandecer el valor, la gloria, la energía.
Sus fallos deben ser irrevocables al administrar justicia, dando la impresión
de que a toda costa mantiene la justicia. Así adquirirá prestigio y será más
difícil conspirar contra él, por la adhesión de su pueblo. Debe dejarse a
cargo de otro la imposición de obligaciones, cargas y castigos, reservándose
el Príncipe la concesión de gracias y mercedes. El odio se produce igualmente
por proceder bien que por obrar mal: por eso, el Príncipe puede ser malo
cuando a quien necesita halagar es corrupto, si el medio es eficaz para
lograr sus objetivos.
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Mícer Aníbal
Bentivoglio
Príncipe
Canseschi
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Capítulo XX: Si las fortalezas y otras muchas cosas que los Príncipes
hacen son útiles o perjudiciales.
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Para garantizar la seguridad del Principado, se puede: a) Desarmar a
los súbditos. b) Fomentar la discordia entre ellos. c) Procurarse
intencionalmente enemigos. d) Construir fortalezas. e) Destruir las que
tenían. Un Príncipe nuevo no desarma a sus súbditos, por el contrario, si
están desarmados, los arma, pues así emplean las armas a favor del Príncipe,
haciendo a los leales más leales y atrayendo a quienes originalmente no lo
son.
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Nicolas Vitelli Guidobaldo da
Fontefeltro
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Capítulo XXI: Cómo debe conducirse un Príncipe para adquirir
consideración.
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Lo que más contribuye a glorificar a un Príncipe son las grandes
empresas y hechos extraordinarios de que da ejemplo, y mostrarse como
verdadero amigo o enemigo, es decir, mostrarse sin reparo favorable o
desfavorable a alguien, lo cual resulta mucho mejor que permanecer neutral.
No se debe aliar con otro más poderoso para atacar a un tercero, pues después
de la victoria se queda a su merced. Debe procurarse la alegría de su pueblo
con fiestas y espectáculos, y mostrarse interesado en sus asuntos, dando
ejemplo de condescendencia y bondad. En saber distinguir cual es el mal menor
consiste el acierto del Príncipe.
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Fernando I de
Aragón
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Capítulo XXII: De los ministros o secretarios de los Príncipes.
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Su elección es muy importante, pues da a conocer la sabiduría de
quien elige. La reputación del Príncipe depende muchas veces del mérito o
talento de quienes le rodean. Un ministro debe permanecer siempre al frente
de los asuntos públicos y nunca ocuparse más de sus propios asuntos, o
entretener al Príncipe con sus asuntos particulares. Si no están de acuerdo
el Príncipe con su ministro, el primero sufrirá más las consecuencias.
|
||
Capítulo XXIII: Cuándo debe huirse de los aduladores
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El Príncipe debe estar siempre alerta de la adulación que reina en
las cortes, solo se libran de ella valiéndose de la prudencia y mucha
habilidad. Pues los hombres tienen tanto amor propio y tan buena opinión de
sí mismos, que es muy difícil evitarla. Así, lo mejor que puede hacer el
Príncipe para librarse de los aduladores es manifestar que no les ofende la
verdad. El Príncipe debe tener consejeros y consultarlos, cuando a él le
acomode y no cuando quieran los demás. Vengan de donde vengan, los buenos
consejos deben parecer nacidos del Príncipe, y no de sus consejeros. Hay que tener
en cuenta siempre que los hombres son malos si la necesidad no les obliga a
ser buenos.
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||
Capítulo XXIV: Por qué muchos Príncipes de Italia perdieron sus
Estados.
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Un Príncipe nuevo tiene la oportunidad de adquirir gloria fundando
una nueva nación, regida por leyes y ejércitos nuevos y forjando alianzas
convenientes. El Príncipe antiguo, por su parte, debe congraciarse con su
pueblo, acertar en sus relaciones con el ejército y contener la ambición de
los grandes señores. El súbdito siempre olvida los actos antiguos y desea aplaudir
al Príncipe nuevo.
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Federico de
Aragón, Ludovico el Moro
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Capítulo XXV: Dominio que ejerce la fortuna en las cosas humanas, y
cómo resistirla cuando es adversa.
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Si de la fortuna depende la mitad de nuestros actos, de nosotros
depende la otra mitad. La fortuna ejerce su poder si no se le opone ninguna
barrera. Los príncipes que se fían demasiado de la fortuna, se arruinan
cuando ésta les abandona. Para sortearla, hay momentos en que es necesario
valerse de mucha prudencia y otros, por el contrario, en que el Príncipe
puede o debe dejar algo al azar.
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Capítulo
XXVI: Exhortación para librar a Italia de los bárbaros.
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Gracias a El
Príncipe, el nombre de Maquiavelo se ha asociado durante casi cinco siglos,
como sinónimo de cinismo y crueldad, una especie de apóstol de la inmoralidad.
En el s. XVI se le solía llamar “Lucifer”
o Satán, “socio del Demonio en el delito”,
y toda su obra fue censurada por la Iglesia Católica, apareciendo en la
lista de los libros prohibidos (Índice Librorum
Prohibitorum et Expurgatorum), hasta 1966. Bertrand Russell llamó a este libro: “un manual para gangsters”. Fue duramente criticado, entre otros,
por Diderot y por Rousseau en El Contrato
Social (lo consideraba una sátira de su tiempo); hasta Federico el Grande
de Prusia escribió un “Anti – Maquiavelo”
(1740). Existe una versión con anotaciones de Napoleón Bonaparte
(encontrada en su carroza por los prusianos, después de la batalla de Waterloo,
1815); el dictador Benito Mussolini escribió un prefacio para una edición de
este libro. Se dice que la obra fue la lectura cotidiana de estadistas como Josef
Stalin, Henry Kissinger y Richard Nixon, entre muchos otros. Curiosamente,
existe un libro oriental, muy similar a El
Príncipe: el Arthashastra (“Tratado” o “Ciencia de la política”), de Kautilya,
autor hindú del s. IV aC; de gran influencia en la antigua India hasta el s.
XII dC.
3.
Sus enseñanzas
Aunque Maquiavelo
nunca lo dijo, se le atribuye la frase “el
fin justifica los medios”, que resume, de una manera elocuente pero sesgada,
su pensamiento. Sesgada, pues para entenderle completamente, hay que recordar
la intención del libro (mostrar a Lorenzo de Medici como debe unificar Italia),
y sus aparentes contradicciones (y coherencia interna) respecto de su segunda
gran obra, Discursos sobre la primera década de Tito
Livio, en la
cual defiende una forma republicana de gobierno.
En su obra,
Maquiavelo pretende ofrecer una visión científica y realista de la política,
para lo cual se pregunta: ¿cómo se
conserva el Estado? En otras palabras: ¿cómo
se conserva el poder? Para ello, plantea tres conceptos esenciales:
Neccesità (Necesidad)
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Virtù (Virtud)
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Fortuna (Fortuna)
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El hombre es egoísta y corrupto por
naturaleza. No existe una ley ética natural; la moralidad es exterior a la
naturaleza humana y nace de la necesidad del Estado para mantener el orden
social (sistema de represión estatal).
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Facultad de acción, vigor, osadía, coraje,
orgullo, la fuerza e inteligencia de una personalidad excepcional, cabal
posesión de los medios o cualidades para alcanzar un fin, incluyendo una
cierta implacabilidad. Esta palabra no se refiere a la virtud, en el sentido
cristiano habitual. La virtud del Príncipe
nuovo, consiste en saber poner las pasiones humanas al servicio del fin
supremo (mantener el poder).
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Fuerza incontrolable que rige nuestras
vidas, la buena o mala suerte, los cambios imprevistos de las circunstancias:
“Siempre un cambio da pie a la
preparación de otro.” (Cap. II) El azar que se debe manejar, acomodándose
a la inestabilidad de los tiempos. “Yo
sostengo firmemente esto: que es mejor ser impetuoso que cauteloso; porque la
Fortuna es mujer, y es necesario, si se la quiere domeñar, humillarla y
golpearla.” (Cap. XXV)
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La virtud del Príncipe
consiste en luchar y someter a la Fortuna (“Considero
que puede ser cierto que la Fortuna es árbitro de la mitad de nuestras
acciones, pero también que nos deja gobernar la otra mitad, poco más o menos, a
nosotros … ella demuestra su poder allí donde no hay una virtud preparada para
resistírsele”, Cap. XXV), para conservar el poder: “Quien se ha confiado menos en la Fortuna se ha mantenido más tiempo en
el poder.” (Cap. VI) “Quienes con la
sola ayuda de la Fortuna se convierten de simples particulares en Príncipes
llegan a su estado con poco esfuerzo, pero les cuesta mucho mantenerse en él.”
(Cap. VII) Pese a ser caprichosa, la Fortuna puede no solo traer la ruina, sino
grandes dones, como el honor, la gloria y la fama. Puede influirse en ella,
hasta dominarla, pero no para siempre.
El interés general
prima sobre el interés particular; moral y religión están supeditadas al poder
político. Lo anterior, pues la naturaleza egocéntrica y corrupta del hombre es
inmutable y sus reacciones son previsibles:
“Los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio”.
(Cap. XVII) “Los hombres se interesan más
por las cosas presentes que por las pasadas, y cuando en el presente encuentran
el bien, disfrutan de él y no buscan nada más.” (Cap. XXIV) “Los hombres siempre te saldrán malos a no
ser que una necesidad los haga buenos” (Cap. XXIII)
“Todos los profetas armados vencieron y los desarmados fracasaron … La
naturaleza de los pueblos es inconstante y es fácil persuadirles de algo, pero
es difícil mantenerlos convencidos. Por eso conviene estar preparado de tal
manera que, cuando dejen de creer, se les pueda hacer creer por la fuerza.” (Cap.
VI) “Entre un hombre armado y uno
desarmado no hay comparación posible, y no es de razón que quien está armado
obedezca de buen grado a quien está desarmado, ni que el desarmado esté seguro
entre servidores armados.” (Cap. XIV) El pensamiento de Maquiavelo se basa
en la atención a la realidad, sin ilusiones ni autoengaños. Así, se desprende
de una visión normativa (moralista) de la política, pues para él, el hombre es
malo, dominado por las pasiones, en especial la ambición, que conlleva
eventualmente a la discordia, como condición de la naturaleza humana, dispuesta
a presentarse cuando tenga la ocasión.
La política no es entonces,
otra cosa que un arte, una técnica autónoma de adquisición, preservación e
incremento del poder, a través de la fuerza (represión). Un plano donde la
moral no es siempre aplicable, en el cual la historia se repite de forma
causal, donde la supervivencia es el único curso de acción: El Príncipe: “debe tener un ánimo dispuesto a moverse
según le exigen los vientos y las variaciones de la fortuna y a no alejarse del
bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado” (Cap. XVIII). El Príncipe
personifica el poder del pueblo, quien se lo ha delegado, permitiéndole incluso
llegar al poder por la fuerza, y mantenerlo mediante el engaño: “No pueden haber buenas leyes donde no haya
buenas armas” (Cap. XII). El Príncipe debe ser primero amado que temido;
pero de no poderse lograr dicha condición, deberá preferir ser temido que
amado, pues el estado emocional del temor es más fácil de manejar que el
afecto: el temor infunde mucho mayor respeto: “Debe (…) el Príncipe hacerse temer de manera que, si no se gana el
amor, cuando menos evite el odio; porque puede muy bien ser temido y no odiado
al mismo tiempo.” (Cap. XVII) “Los
hombres atacan o por miedo o por odio.” (Capítulo VII)
El Príncipe debe
saber manejar dos facultades irracionales: la fuerza del león (el respaldo del
ejército), y la astucia del zorro (la suya propia, o la de sus consejeros): “Debéis, pues, saber que hay dos modos de
combatir: uno observando las leyes morales, el otro mediante el uso de la
fuerza: el primero es propio del hombre, el segundo de las bestias; pero puesto
que el primero muchas veces no basta, conviene recurrir al segundo. Por lo
tanto, a un Príncipe le es necesario saber utilizar a la bestia y al hombre …
Estando, pues, un Príncipe obligado a utilizar perfectamente a la bestia, debe
elegir de entre ellas al zorro y al león; porque el león no se defiende de las
trampas y el zorro no se defiende de los lobos. Es, pues, necesario ser zorro
para conocer las trampas y león para espantar a los lobos. Quienes solo remedan
al león no saben lo que hacen.” (Cap. XVIII) Así, son cualidades del Príncipe
las siguientes:
a)
Excluir la apreciación moral: al Príncipe
piadoso cristiano, Maquiavelo contrapone un Príncipe preocupado solamente por
la eficacia, con una moral utilitarista, quien no asume ningún juicio moral ni
sobre los fines ni sobre los medios: “Hay
tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que quien deja lo
que se hace por lo que se debería hacer encuentra antes su ruina que su
preservación: porque un hombre que quiera hacer en todo profesión de bueno
labrará inevitablemente su ruina entre tantos que no lo son. Por eso, un Príncipe
que quiera mantenerse en el poder, es necesario que sea capaz de no ser bueno,
y que aprenda a actuar de un modo o de otro según le convenga … Si uno lo
considera todo debidamente, encontrará algo que parecerá virtud, pero que si lo
siguiera sería su ruina, y algo que parecerá vicio, pero que si lo sigue se
derivan de ello su seguridad y bienestar.” (Cap. XV)
b)
Tener conocimientos militares: “El Príncipe no debe cesar … de pensar en el
ejercicio de las armas y en los tiempos de paz, debe darse a ellas todavía más
que en los de guerra.” (Cap. XIV)
c)
Ser astuto: “Es pues necesario que un Príncipe que desea mantenerse, aprenda a
poder no ser bueno y a servirse o no servirse de esta facultad según que las
circunstancias lo exijan.” Ello resultó escandaloso en una época en la cual
se pretendía mostrar al Príncipe como un modelo de bondad, sustentándose la
legitimidad de su poder, y la obediencia del pueblo, en su virtuosidad.
d)
Ser avaro, en vez de generoso: la pobreza es
un mal que el Príncipe debe evitar a toda costa, para poder mantenerse en el
poder: “En nuestra época sólo hemos visto
hacer grandes cosas a quienes eran tenidos por mezquinos … No hay nada que se
consuma tanto a sí mismo como la liberalidad, pues mientras la usas pierdes la
facultad de usarla y te conviertes o en pobre y despreciable o, para huir de la
pobreza, en rapaz u odioso.” (Cap. XVI)
e)
¿Ser amado, o temido? Según fuera señalado
anteriormente, es necesario ser lo uno y lo otro. La crueldad es necesaria a
veces. En general, es mejor ser temido, pero cuidándose de no suscitar odio: “A los hombres se les debe adular o
destruir, porque se vengan de las pequeñas ofensas, ya que de las grandes no
pueden; así que la ofensa que se haga a un hombre debe ser tal que no haya
posibilidad de venganza.” (Cap. III) “Se
engaña quien cree que los nuevos beneficios hacen que los grandes hombres
olviden las viejas injurias” (Cap. VII) “Las
injurias deben hacerse todas a la vez, a fin de que, saboreándolas menos,
ofendan menos; y los favores deben hacerse poco a poco, a fin de que se
saboreen mejor … Al apoderarse de un estado, el que lo ocupa debe examinar
todas aquellas ofensas que le será necesario hacer y llevarlas a cabo todas a
un tiempo para no tener que renovarlas cada día y poder así, al no renovarlas,
tranquilizar a sus hombres y ganárselos con favores.” (Cap. VIII)
f)
¿Ser fiel a sus compromisos? Maquiavelo rechaza
el modelo feudal del Príncipe virtuoso, quien respeta el honor y cumple siempre
su palabra: “No puede … un señor
prudente, ni debe, cumplir su palabra cuando tal cumplimiento se vuelva en
contra suya y hayan desaparecido los motivos que le obligaron a darla. Y si
todos los hombres fuesen buenos, este precepto no lo sería; pero, puesto que
son malos y no cumplirían su palabra contigo, tú etiam no tienes que cumplirla
con ellos.” (Cap. XVIII) Porque: “El
odio se gana tanto mediante las buenas obras como mediante las malas.” (Cap.
XIX)
g)
Utilizar la propaganda y la opinión pública: “A un Príncipe … no le es necesario tener
todas las … cualidades, pero sí le es necesario aparentar tenerlas. Es más, me
atrevería a decir esto: si las tiene y las observa siempre son perjudiciales y,
si aparenta tenerlas, son útiles; como aparentar ser piadoso, fiel, humano,
honesto y serlo de verdad, pero estar con el ánimo dispuesto de tal manera que,
si es necesario no serlo, puedas y sepas cambiar a lo contrario.” (Cap. XVIII)
Todo lo anterior,
pues el Príncipe no debe tener otra guía de acción, que la “Razón de Estado” (o “Raison
d'État”, expresión popularizada en Francia en el s. XVII por el Cardenal
Richelieu): conservar el poder y, con ello, el Estado mismo, que no puede ser
distinto al fin de una República libre, pues es la única garantía de paz y
orden entre los individuos, de su propia integridad frente a la agresión
interna y externa. La “salud de la
patria” es fin y bien supremo del individuo; seguridad y autonomía,
dependencia exclusiva del Estado en sí mismo.
Mil saludos a todos,
Camilo García Sarmiento
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